La Parapsicología Como Herramienta de Búsqueda

Les sugiero a los navegantes que llegan por primera vez a este puerto que, antes de embarcarse en la lectura de este texto, tengan presente que el mismo forma parte de una serie de mini-cuentos en los cuales se ha llegado a dudar de mi salud mental ..
Quienes han leído la serie de mini-cuentos protagonizada por el primate y la profesora Lezama ya saben que no estoy cuerdo, y por ello no les pido que tengan presente nada.

La Parapsicología como herramienta en la búsqueda de Lezama

El problema de la identidad de Lezama me seguía atormentando …
Como no apareció en los últimos 3 capítulos de “Lost” ya descarté aquella loca teoría, así como también descarté otras que había formulado y no pude llegar a probar.
Mientras esperaba que apareciera por arte de magia algún indicio de Lezama, aproveché para seguir contactando en Facebook a amigos y compañeros del liceo. 
Ninguno de ellos la recuerda o ha oído jamás de ella, y todos se muestran escépticos en relación a su existencia. No quise plantear este problema frente a ningún psiquiatra por temor a terminar internado.
El siguiente y lógico paso a dar era contactar a un parapsicólogo, para así mediante la hipnosis realizar una regresión y dar finalmente con la identidad de mi profe de Literatura.
Para comenzar la búsqueda del parapsicólogo puse los dedos en el teclado, y conjuré al ya fatigado y fastidiado “Google” (cada vez que lo llamo creo sentir desde el parlante de mi PC un “uffa!” seguido de una sarta de improperios que no me atrevo a reproducir).
Como usé un filtro para que el rastreo se realizara únicamente sobre páginas de Uruguay, la consulta me trajo como resultado una serie de opciones solo disponibles en nuestro país.
El primer resultado correspondía a un Parapsicólogo y Tarotista Internacional (con ese título se presenta en su página) que redactó su aviso con tantas faltas de ortografía que probablemente haya sido alumno del Maestro Firpo (les recomiendo leer: La mosca es un incesto – recopilación del ya mencionado docente). Ignoré a esta opción ya que con tantas faltas de ortografía no podía ser jamás el indicado para ayudarme buscar a la profesora.
El profesional de la segunda opción, que debía su nombre a un artista del Renacimiento, se ofrecía a ser mi consejero usando la fuerza del amor. Realmente dudé de sus intenciones cuando leí aquello del “amor” y de la “fuerza” (Cómo me iba a dejar hipnotizar por este individuo? Y si era un depravado que buscaba aprovecharse solo para conseguir sexo?).
Evidentemente también lo descarté, pero esta vez por temor a perder mi hombría (razoné que valía más la pena seguir loco pero con el culo 0 km).
El tercer resultado era un Profesor que se anuncia a través de Mercado Libre, y allí ha detallado su amplia trayectoria y conocimientos (que van desde técnicas ancestrales de Alta Magia Europea a modernas técnicas parapsicológicas). También lo descarté porque sus conocimientos y experticia excedían ampliamente lo que yo buscaba.
El resto de los resultados eran noticias sobre parapsicólogos falsos, y vínculos a páginas fuera de nuestro país. Allí finalizó mi intento de encontrar al parapsicólogo en la web.
Un rato más tarde, luego de atender un par de llamadas de clientes, apagué el PC y con la satisfacción del trabajo cumplido me abrigué para salir hacia casa.
Mientras esperaba al ómnibus me distraje leyendo los carteles que se suelen engrampar a los árboles en espera de captar clientes para todo tipo de actividades/negocios.
Ni la excursión en tren a Minas, ni las clases de guitarra, o la compra de autos al contado llamaron mi atención. El aviso que casi me hacer perder el ómnibus fue el de Doña Cata.
La gastada fotocopia engrampada al árbol proclamaba: “Doña Cata – Parapsicólogía, Videncias, Tarot Egipcio, Literatura Esotérica, Trabajos y Búsquedas – consultas al XXX XX XX o en Florida XXXX” (como ven, no quiero pasarle el “chivo” gratis a Doña Cata).
El aviso en sí, a pesar de publicitar por una vía más humilde, era tan confiable en contenido como el de aquellos que proclamaban sus dones y prodigios en Internet.
Increíblemente mientras como hipnotizado yo leía este aviso, en mis auriculares sonaba el tema “Black Magic Woman” de Santana. Me percaté de esto mientras trataba de subir al 116 (que ya estaba por irse), y llegué a la conclusión de que no podía ser una coincidencia.
Incluso comparando, noté que Doña Cata aventajaba al resto porque una consulta con ella no requería ni trasladarse al interior del país, ni tampoco era una “fría” consulta vía e-mail.
Fuera de Doña Cata, la última opción que me quedaba era llamar al 0900 1711 y que me hipnotizaran por teléfono (asunto que realmente no creía que fuera posible).
Como era de esperar, mi cerebro de primate no logró retener los 7 dígitos que componen el número telefónico de Doña Cata, y no tuve más remedio que esperar al día siguiente para poder ingresar el mismo en la agenda de mi celular.
Luego de un largo rato de indecisiones y dudas, llamé al teléfono de Doña Cata y pedí una consulta sobre las 1300hrs (aprovechando el horario del almuerzo en que permanece cerrada nuestra agencia). Anoté la dirección de la prodigiosa mujer y seguí trabajando.
Al mediodía, sintiendo frío en la cara y vergüenza en el corazón, caminé con prisa esas cinco o seis cuadras hasta la casa de la calle Florida.
Para el frió llevaba: el saco, una bufanda y la trinchera ..... y para la vergüenza: solo mi usual rostro de piedra. 
Sin lugar a dudas soportaba la vergüenza solamente por la necesidad de sacarme a la profesora Lezama de la cabeza.
A falta de timbre, me presenté golpeando con los nudillos en la despintada y añeja puerta.
Debí insistir varias veces para que minutos después, con un estridente chirrido, se abriera la puerta. Detrás de ella, en una postura semi-encorvada por sus avanzados años y con una piel curtida por el sol, me esperaba Doña Cata vestida con mil y un colores gastados.
La seguí por un interminable corredor hasta una pieza que oficiaba de living y que contaba como único mobiliario con una mesita cuadrada y dos viejas sillas con respaldo tejido.
Solo manchas de humedad decoraban unas altas paredes donde las sombras se balanceaban al compás de la lamparita que colgaba del techo. A su vez la amarillenta lamparita de 25 watts se balanceaba al compás de la gélida corriente de aire proveniente del corredor.
Una raída cortina de tela con estampado de los setenta ocultaba parcialmente de la vista a la pieza contigua. La gastada tela no era lo suficientemente oscura como para disimular el brillo de las velas, ni tampoco el ancho de la misma cubría toda la apertura y por el espacio libre se apreciaban varios estantes con ofrendas y velas que acompañaban variadas estatuas de santos, demonios y viejos retratos en blanco y negro.
Mi observación fue interrumpida por Doña Cata que me invitó a sentarme con un gesto de su mano mientras me decía con voz lúgubre: 
- "Ud. joven vino en busca de respuestas"
Rápidamente comencé a responder: - "Sí, yo quiero saber si Ud. sabe hip .."
Doña Cata me interrumpió levantando su mano, haciendo un gesto de “Alto!” y acto seguido cambió el lúgubre tono de voz por uno más parecido al de un vendedor ambulante y me largó lo siguiente: - 
"¿Quiere que le haga un trabajo de desatar nudos? ¿Quiere provocarle herpes a su jefe? ¿Quiere que saber sobre su futuro y pasado con el Tarot Egipcio? ¿Quiere vengarse de una mujer por despecho? ¿Quiere que le tire los buzios? ¿Quiere que le lea la borra del café? Quiere que le lea los hongos del pie?"
Aturdido por el rápido y confuso discurso, y distraído por el incontrolable movimiento de las arrugadas manos de la anciana no pude elegir una opción.
Doña Cata leyó el desconcierto en mi rostro y decidió arrinconarme. Antes de que yo pudiera abrir la boca ella volvió a la carga con su preparado discurso: - 
"¿Quiere que le haga un trabajo de desatar nudos? ¿Quiere provocarle herpes a su jefe? ¿Quiere que saber sobre su futuro y pasado con el Tarot Egipcio? ¿Quiere vengarse de una mujer por despecho? ¿Quiere que le tire los buzios? ¿Quiere que le lea la borra del café? Quiere que le lea los hongos del pie?"
Con esta repetición logré entender palabras que no capté la primera vez, pero nuevamente demoré mi respuesta. Como Doña Cata no pensaba darme tregua soltó por tercera vez su amplio repertorio de servicios.
Ante de que ella llegara al final de la primera pregunta de mi boca inesperadamente salió un: - “Tarot!!, eso ... Tarot Egipcio”
Como por arte de magia mi voz detuvo su discurso y enseguida como impulsada por un resorte la anciana se levantó de su silla y abandonó la habitación.
A esa altura yo ya estaba más que arrepentido de haber ido a la casa de Doña Cata y solo deseaba que ella hiciera rápido lo del Tarot para pagarle y volver a la oficina.
Mientras Doña Cata del otro lado de la cortina buscaba y revolvía, de este lado yo trataba de recordar las opciones que ella ofrecía...
Eso de “desatar nudos” no me llamaba la atención (lo tenía claro desde que aprendí a atar mis cordones sin ayuda).
Por lo de “los herpes para mi jefe” ... pensé que el pobre tenía más que suficiente con su problema de gota!
Aquello de “tirarme los buzios”, si lo hacía literalmente, podría ser peligroso (recordé la fea experiencia cuando en mi niñez me rompieron un diente de una pedrada y no quería correr el riesgo de que se repitiera la situación).
Lo de “la borra del café” pensé que implicaría tener que tomar primero el líquido y no quería tampoco arriesgar mi salud con un brebaje preparado por la anciana.
Lo que sí me desconcertó fue lo de la “lectura de los hongos del pie”. ¿Cómo podría saber Doña Cata de mi problema de pie de atleta? ¿Sería realmente Doña Cata una vidente? ¿Podría ella ayudarme a descifrar quién era realmente Lezama?
En esos pensamientos estaba cuando me percaté que Doña Cata ya estaba sentada nuevamente frente a mí con un gran mazo de cartas entre sus arrugadas manos.
Luego de entreverar las cartas y pedirme que hiciera un corte, pasó a acomodarlas ocupando la totalidad de la mesa.
Estuve a punto de levantar tres cartas y tocar envido, pero me di cuenta que mi chiste solo alargaría las cosas y me contuve.
Una a una, Doña Cata, comenzó a dar vuelta las cartas en orden aleatorio.
Yo las observaba atentamente en búsqueda de puntos de ataque y defensa (así me había enseñado Tiago cuando jugábamos con sus mazos de Yugi Oh!)
Mi cara de despiste debió ser grande y creo que fue lo que dio pie a Doña Cata para comenzar a hablar. Entonces usando una voz diferente a las anteriores y señalando a las cartas dijo: - 
“Sé de su pasado, sé que ha sufrido” 
Como paya la vieja!, me dije a mi mismo.
“El alejamiento de ese familiar le hizo mucho daño”, continuó diciendo la anciana con el nuevo tono de voz.
Mientras la escuchaba yo pensaba que su discurso se ajustaba fácilmente a un 90 o 95% de sus clientes y que era una manera muy sencilla de robarle la plata a la gente.
“Lo que a Ud. le preocupa tiene relación directa con un suceso reciente que está vinculado a algo del pasado”, dijo Doña Cata. 
Bla, bla, bla, bla, pensé yo.
La anciana hizo una pausa y me miró fijo, directo a los ojos, como intentando leer mis pensamientos. Sin dejarme intimidar le mantuve la mirada mientras trataba de imaginar con que dato intentaría sorprenderme.
Doña Cata volvió a hablar: - 
“Su búsqueda no será sencilla. Ud. mismo lo hace más difícil. En su cabeza convive lo humano con el instinto animal”
Increíble!, pensé en ese momento. Ni que me conociera! solo faltaba enterarme de que la anciana leía con frecuencia mi blog!!
Doña Cata bajó la vista, eligió tres cartas más y las dio vuelta. Al ver las figuras en las cartas sus cejas se alzaron y su boca formó un amplio círculo en señal de asombro.
Una fracción de segundo después, con una voz lúgubre y sin dejar de mirar las cartas, me dijo: - 
“Ud. está poseíiiidooo”
- “¿Poseído?, pregunté yo con la voz casi quebrada, mientras sentía que los pelos de mi nuca se erizaban y que el frío en la habitación se hacía insoportable.
“Sí, poseíiiidoooo”, repitió Doña Cata.
“Poseído porque su mente es débil. La suya es una mente inferior, una mente a medio camino entre el animal y el hombre. Solo las mentes inferiores pueden ser poseídas”
A esa altura la anciana me había hecho pasar del escepticismo al aburrimiento, del aburrimiento a la incredulidad, de la incredulidad al miedo y por último me estaba dejando a la altura de un felpudo!
Yo siempre supe que no era brillante, pero tenía la esperanza de estar dentro del promedio, de la gente “normal”. Nunca pensé que mi idiotez se notara a simple vista pero no cabía duda alguna que la anciana lo había percibido y se quería aprovechar de mí.
- “¿Poseído?, ¿por quién?” pregunté como un bobo, dándole oportunidad a seguir hablando.
- 
“Por una puerta giratoria .......... que Ud. se aspiró!”, respondió Doña Cata señalándome con su huesudo dedo índice.
Sin dejar de mirar la mugre que ella tenía debajo de la uña, pensé aliviado: “Ahhhhhhh!! ahora sí” “y .... hablando de aspirar, ¿ qué carajo se habrá jalado esta vieja cuando se fue sola a la pieza de al lado?"
La anciana se paró de su silla, sin dejar de señalarme, en un gesto que yo interpreté como “hasta acá llegó lo del Tarot”.
Conducido por su voluntad me paré, y enseguida Doña Cata apoyó rápidamente su mano sobre mi espalda y comenzó a guiarme por el pasillo hacia la puerta de salida.
En mi camino hacia la calle traté de buscar mi billetera pero la anciana me empujaba hacia fuera con prisa.
– “¿Cúanto és?”, traté de decir, pero ella interrumpió y me dijo: - 
“El camino que le espera lo debe transitar solo, sin ayuda. Solo así encontrará lo que busca y superará la posesión”
Mientras terminaba su frase apoyó la otra mano en mi espalda y con las dos me dio un gran empujón hacia la calle, cerrando la puerta tras de mí.
Asombrado por las incoherencias y disparates de la anciana me prendí la trinchera y di cuatro o cinco pasos alejándome de allí.
Enseguida pensé que si Doña Cata más tarde se daba cuenta que no le había pagado en su locura sería capaz de dedicarme una Macumba, o incluso de hacer un Muñeco Vudú mío.
Volvía atrás y comencé a golpear repetidamente la puerta en espera de la anciana.
Segundos después se abrió la puerta de la casa de al lado y salió un chico de doce o trece años, con una sonrisa de oreja a oreja, y me miró como asombrado ...
Me dijo: - 
“Se va a gastar las manos golpeando porque ahí hace seis meses que no vive nadie. La casa está abandonada”
- “Yo preciso hablar solo un minuto con Doña Cata, nada más ..” , le respondí.
“No llego a tiempo señor. La vieja de las cinco polleras murió hace seis meses”, dijo él
“Estaba bastante jodida la pobre. Mi madre la cuidaba y le daba una mano cuando podía” , agregó con seriedad/tristeza en su rostro.
- “Noo, yo digo Doña Cata. La que me hizo lo del Tarot”, le respondí para aclarar todo.
"Sí, Doña Cata, la de las cinco polleras. Ella hacía todo eso de las cartas, las velas y los santos. La pobre estaba muy triste porque su hija no venía a verla. Creo que era profesora de Literatura o algo así" ... me dijo el chico, y luego de bajar la vista continuó contándome: - “Yo para ella hice los cartelitos de los árboles para agradecerle que me dijo que siguiera pateando la pelota porque un día el Casal me iba a llevar a Europa. Lo tenés al Paco, no? Nos salvamos! Y me llevo a mi mamá conmigo para Italia o por ahí!”. Terminó así su oración y me regaló otra sonrisa de oreja a oreja. Luego se fue corriendo hacia la esquina con la pelota abajo del brazo, y allí se juntó con dos chicos más que lo esperaban.
Golpeé la puerta un par de veces más, y como la anciana no salió me fui a la oficina a donde llegué con el tiempo justo para almorzar.
El cartel arrugado aún está en el árbol de la parada del 116. Ayer lo volví a leer ...
Con seguridad que el chico de la gran sonrisa me quiso hacer una broma, o no?

Walter Vitureira
Primate esotérico

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